El Caldén es un árbol que sólo existe en nuestro país, y su deforestación está asociada a la idea del “desierto” habitado por los pueblos originarios.
El imaginario del desierto es constitutivo de un proyecto de Nación: aparece como un espacio vacante sobre el cual el Estado tiene la obligación de reclamar y ocupar. Desierto y barbarie componen un mismo símbolo de dos caras: donde está el indio no puede haber sino una extensión de terreno yermo. La identificación es tal que la campaña militar que avanzó sobre las poblaciones indígenas se llamó, justamente, Conquista del Desierto. Los ranqueles ocuparon estos territorios hasta 1879, cuando se produjo la Campaña del Desierto.
Pero en la realidad no había tal desierto. El territorio, de hecho, estaba poblado por grandes bosques de caldenes, un árbol típico y exclusivo de la Argentina. Y, sin embargo, como si aquello hubiera sido una profecía, los bosques se han ido reduciendo —por la mano del hombre— y hoy luchan por sobrevivir.
El caldén es un árbol del género de los algarrobos. Tiene una ramificación que se da a baja altura y es muy territorial: “pelea” con otros árboles por su espacio, por la luz. Es un árbol muy frondoso, imponente. La primera deforestación masiva comenzó casi de inmediato, tras la campaña militar. Los árboles que quedan —se usan para dar sombra al ganado—, ya sin competencia, llegan a medir más de veinte metros.
La situación actual de los maltratados bosques de Caldén, es que, si bien están protegidos por la Ley Nacional de Bosques, están en propiedades privadas y eso dificulta la fiscalización y el control”.
No es cuestión de un árbol sino de un bosque. El bosque es algo más complejo, es un ecosistema. Hay una frase que dice que el árbol deja ver el bosque: bueno, es lo que pasa: El Caldenal constituye la identidad de este territorio.
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![]() El Caldén (Prosopis caldenia) es un Algarrobo con los pies en la Arena y el Ñandubay (Prosopis affinis) es un Algarrobo (Prosopis) con los pies en el agua |
Desmonte, empobrecimiento y fragmentación:
El caldén era el principal recurso forestal de La Pampa, a punto tal que a fines del siglo XIX, su explotación dio lugar a la fundación de varios pueblos como Quehué (cuyo primer nombre fue Caldén), Conhelo, Rucanelo, Telén, y Loventué, entre otros. Solía ser el combustible para las panaderías y las calderas de las locomotoras cuando el carbón inglés escaseó durante la Primera Guerra Mundial. Según la revista "Caras y Caretas" de 1906, 140 vagones cargados de leña de caldén (1.400.000 kilogramos) partían todas las semanas desde Toay, Santa Rosa, Rancul y otras localidades pampeanas.
El bosque de caldén solía ser especialmente abundante en La Pampa, provincia donde el referido bosque alcanzaba su mayor magnitud, unas 3.500.000 ha., lo cual representaba el 24% de la superficie provincial.
La Pampa ha perdido más de las dos terceras partes de su bosque de caldén original, y la fracción que aún resiste presenta marcados signos de fragmentación, siendo muy difícil en la actualidad encontrar parches mayores a 1.000 hectáreas. Hoy solo resiste un remanente empobrecido, alejados de los bosques prístinos originarios, que no supera el 1.600.000 ha., apenas un 11% del territorio provincial.
El paso del ferrocarril por tierras pampeanas inició el proceso de degradación del bosque original. Aquellos pueblos que en su momento surgieron gracias al caldén ya no existen, atento la marcada disminución de la superficie del bosque.
Luego, el sobrepastoreo, el fuego como herramienta de manejo para la obtención de mejores pasturas para el ganado, la tala indiscriminada y el avance de la frontera agrícola, aceleraron aún más el empobrecimiento del escaso bosque subsistente. Esto impide que la masa boscosa pueda cumplir sus funciones ecológicas y ambientales eficientemente. La pérdida del caldenal afecta además a numerosas especies de la flora y fauna que necesitan de él para vivir convirtiéndose así en un ecosistema sumamente vulnerable.
Se debe destacar que los bosques nativos cumplen un rol importantísimo en la regulación del clima, la amortiguación de la caída del agua de lluvia y la detención y prevención de procesos erosivos, además de brindar refugio y alimento a la fauna que los habitan. De por sí el caldenal habita suelos frágiles y arenosos susceptibles de degradación, por lo que su extinción traería aparejado un grave empobrecimiento ambiental en razón de la erosión y eventual desertificación.
Las primeras explotaciones tenían como objetivo abastecer de leña a Buenos Aires y a los propios ferrocarriles, por lo que se cortaba intensivamente y sólo se dejaban los árboles pequeños porque no rendían y los muy añosos porque daban mucho trabajo (Rothkugel,1938). Los períodos de mayor explotación forestal coincidieron con las dos guerras mundiales, en los que se suspendió el abastecimiento de carbón mineral proveniente de Inglaterra y se explotó el bosque de caldén a gran escala (períodos conocidos como “primera y segunda hachada”). En el período inter-bélico la actividad forestal disminuyó, pero a partir de 1928 se instalaron gran número de aserraderos y fábricas de parquet y adoquines en toda la región (Pérez y Benítez, 1972). Cuando se vuelve a explotar intensamente el caldenal, se seleccionaron los mejores individuos, poniéndose en práctica la “selección al revés”, sobreviviendo los ejemplares mal formados, los enfermos, los pequeños y los muy grandes (Cano et al., 1980).
Primariamente se utilizaba la “leña campana”, obtenida de árboles de gran diámetro, secos en pie, desprovistos de la albura por acción de agentes bióticos y climáticos. Pero a medida que disminuyó la cantidad de material muerto en los bosques, se introdujo la práctica del “sangrado” de árboles que consistía en quitar la corteza y albura a ras del suelo en forma de anillo para provocar la muerte del árbol en 2 o 3 años y acelerar la producción de leña “acampanada” o tipo “campana” (Rothkugel, 1938; Lasalle, 1957).
El cambio en el uso del suelo fue en general precedido por la explotación selectiva y el empobrecimiento y degradación del bosque, que luego suele considerarse como un freno a las actividades productivas. En la actualidad los bosques de caldén están siendo amenazados por la extensión de la frontera agrícola favorecida por los valores de mercado de los productos agropecuarios, el aparente incremento de las precipitaciones en la región en los últimos años y la utilización de modernos sistemas de labranza e irrigación que permiten el uso de áreas que en el pasado no eran deseables para cultivos.
Fuente:
1) www.losquesevan.com/el bosque de caldén pampeano en estado terminal
2) https://drn.lapampa.gob.ar/Bosque Caldén/Estado de Conservación