6) Batalla de Caseros. 3 de febrero de 1852 - Fin de la tiranía para unos, mayor autonomía de las provincias para otros, venganza de Ituzaingó para los brasileños. - El mito liberal unitario de la “derrota de la tiranía”, que abrió el camino para acallar las últimas voces federales. - Todo en ella fue espectacular, desde la carga de caballería inicial hasta los combates en El Palomar y el desbande final.6.a) La Fuerzas de los ejércitos:
En esta batalla, las fuerzas del Ejército Grande, liderado por Urquiza, se enfrentaron a las tropas de Rosas.
6.b) Los uniformes:
Los 24.000 hombres del "Ejército Grande" se diferenciaban claramente entre los gauchos de poncho, rojo los entrerrianos y celeste los correntinos, y los infantes brasileños, ataviados como para un desfile, y los antirrosistas, vestidos a la manera europea.
Escribe Sarmiento, boletinero del Ejercito Grande: “Yo era el único oficial del ejército argentino que en la campaña ostentaba una severidad de equipo estrictamente europea ... Silla, espuelas, espada bruñida, levita abotonada, guantes, quepí francés, paletot en lugar de poncho, todo yo era una protesta contra el espíritu gauchesco ..... era una parte de mi plan de campaña contra Rosas y los caudillos, discutido con Mitre .... dispuesto hacerlo triunfar sobre el chiripá ....... detalles de mi propaganda culta, elegante y europea en aquellos ejércitos de apariencias salvajes”
Sarmiento extendía su prédica de Civilización o Barbarie a límites insospechados y ridículos, objeto de risas y chanzas por Urquiza, sobre todo por las “velas de esperma de ballena”.
Soldados uniformados del Imperio del Brasil. Extraído de Wikipedia.Soldados uniformados que participaron de la batalla. Vitrina en el Monumento Histórico Nacional Casa de Caseros.A) Soldado de Urquiza (gorra, camiseta colorada y chiripá del mismo color), B) Caballeria de Rosas, C) Infantería de Rosas. Imagenes de www.todo-argentina.net
A) Soldado de las milicias de campaña de Rosas. Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, B) Soldado Federal, Museo de San Miguel del Monte, C) Campamento de soldados federales. Acuarela sobre papel, al modo de Jean León Pallière.
“Entrerriano, panza verde”
Así le decían a los soldados del General Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, cuyo uniforme del color rojo era similar al de los federales del Brigadier don Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires.
Sólo lo diferenciaba una pechera blanca prendida al uniforme desde la cintura hasta el cuello, que al arrastrarse entre los yuyos y pastos se teñía de verde, de ahí que los soldados del bando contrario solían llamarlos “panza verde”.
A) Soldado de caballería de Urquiza, B) Soldado de infantería de Urquiza, C) Soldados del escuadrón General Urquiza de Entre Ríos desfilando.
Ver: Los uniformes en la época de la Confederación Argentina. www.militariarg.com
Al comienzo de las guerras civiles en Argentina, las fuerzas federales y unitarias uniformaban exactamente igual. Ambos procedían de los ejércitos de las antiguas Provincias Unidas del Río de la Plata. Para diferenciarse utilizaron una cinta partidista. Y recurriendo ademas a la militarización de la vestimenta civil.
Los uniformes de estilo europeo, como el francés de la época de Luis Felipe (que se prolongó hasta la época de Napoleón III) fue penetrando desde los cuarteles montevideanos de las fuerzas unitarias exiliadas. A partir de 1852, tras la derrota en Caseros, el estilo francés del Segundo Imperio se impuso definitivamente hasta principios del siglo XX.
6.b.I) El chiripá:
Se denomina chiripá a la manta colocada en forma de pañal y prendida con alfiler o ceñido con la faja o rastra, que utilizaron varios pueblos originarios (ranqueles, mapuches, tehuelches, guaraníes en las Misiones jesuíticas, etc.) y el gaucho hasta aproximadamente 1860 y sustituido luego por la bombacha. Esta prenda sin costuras proporcionó una gran comodidad para cabalgar. Debajo del Chiripá, los gauchos usaban un tipo de calzón con flecos en la botamanga llamado "calzoncillo cribado".
Los gauchos al estar gran parte del tiempo a caballo pronto encontraban desgastados sus pantalones y para remedar esto se ponían un poncho que pasaba por sus entrepiernas y se sostenía mediante el cinturón o una faja a la cintura. El chiripá servía también para protegerse del frío, las espinas, e incluso era una suerte de ligera "armadura" ante los posibles ataques a los genitales con armas blancas.
A) Gaucho con chiripá por Juan Arancio, B) Soldados Federales en 1850 por Alberto Salinas, C) Fotografía de un Gaucho con Chiripá..6.b.II) El Calzoncillo Cribado:
Herencia española. Tipo de pantalón que se lleva bajo el chiripá, de uso tradicional gaucho y de origen español provinciano que se caracteriza por estar confeccionado en tela blanca de algodón o lino, con piernas anchas y decoradas con tela deshilada en la parte inferior y flecos o cribas en los extremos.
El cribo es un adorno criollo en telas que tiene su origen en las viejas artesanías textiles de la Península Ibérica. Consiste en un calado realizado con agujas formando dibujos en el extremo del calzoncillo de lino o algodón, al que se agregan vainillas, bordados y flecos.
Constituían una prenda de orgulloso lucimiento para el gaucho ya que, un poco más o menos largas, eran siempre visibles sobresaliendo por debajo del "chiripá", aunque para algunas faenas en terrenos húmedos o barrosos debía dejarlo por dentro de la bota.
Lo distintivo del "Calzoncillo Cribado" era, precisamente, el trabajo de bordadura ornamental, trabajo que respondía a una tradición de artesanías femeninas de la península y que era en un todo similar al que se realizaba en camisas (de varón y de mujer), en la ropa blanca de la casa, en sábanas y toallas.
Pero era en la cuestión del ornato en donde estribaba lo sustancial del asunto pues, de acuerdo con su complejidad, se marcaban las diferencias. A unos diez o doce centímetros por debajo del borde del calzoncillo aparecía una franja, que solía ser también de ancho variable, en la que se desplegaba el lujo sea con bordaduras o "cribos", flecos y "vainillas" de distinto ancho y con trabajos diversos.
Raras veces, y sólo por necesidad, sea para realizar ciertas faenas o sea para preservar la prenda de la suciedad, se metía la parte inferior del calzoncillo dentro de la bota de potro, estirando bien hacia arriba la caña del calzado.
Muy en boga hasta el último cuarto del siglo XIX, el calzoncillo cribado era uno de los lujos que el gaucho podía darse y cuanto más calada y compleja la bordadura, mayor era su orgullo de ostentarlo, pero esta moda, por ser artículo costoso en virtud de lo que la encarecía el bordado artesanal, a poco se fue extinguiendo: el chiripá se alarga, cosa de tapar la mengua de ornamentos y finalmente, los predecibles cambios a los que obligó el progreso, terminaron por destronar al chiripá y al calzoncillo cribado a favor de la bombacha de campo.
Las fajas y cinturones de cuero con rastras solían ser elementos de distinción en su vestimenta.
6.b.III) La Bombacha de Campo:
De los soldados turcos a nuestros gauchos. Los caprichos de la historia quisieron que los uniformes sobrantes de una lejana guerra se conviertan en un ícono de la moda argentina.
Principalmente en las provincias del litoral argentino, el pantalón era una prenda extraña, solo la usaban los “puebleros” o algún “gringo” todavía no “asimilado” al vestir del paisano.
Lo conocida "bombacha criolla", curiosamente, no es de origen argentino. Esta prenda proviene de la vestimenta de los pueblos árabes, llamada en español, “pantalón bombacho o bombachudo”. Si bien en el territorio del Río de La Plata y después de la Confederación Argentina, hubo siempre algún emigrante árabe que usó bombacho, nunca fue esta, prenda del gaucho, pues su vestimenta era el calzoncillo y el chiripá.
En el año 1853, Francia, el Reino Unido, el Reino de Cerdeña y el Imperio Otomano, entran en guerra contra el Imperio Ruso. Conocida como la "guerra de Crimea", en los tres años que duró, fallecieron 450 mil rusos; casi 200 mil entre franceses y turcos y 22 mil ingleses. Finalizada en 1856 , los almacenes de suministro franceses quedaron atiborrados de uniformes de soldados turcos que “sobraron”. Estos uniformes fueron fabricados en Inglaterra, en sus modernos telares producto de la revolución industrial. Francia necesitaba venderlos para recuperar sus gastos de guerra.
En el año 1854 Urquiza asume como presidente de la Confederación Argentina. En 1856 el representante diplomático francés, Charles Lefebvre de Bécour, informó que su país estaba en condiciones de vender a un precio muy conveniente 100.000 bombachas.
El Ejército de Línea y los soldados que cubrían los fortines en la frontera con los indios se encontraban harapientos. Fruto del abandono, ya que eran levantados en las levas, con las ropas que estaban vestidos en ese momento. Condenados a cuatro o seis años de servicio, no se los había provisto de uniformes. Urquiza intercambió una partida de estos uniformes por productos de la Confederación. Y como eran demasiados, lo que sobró fue a parar a las pulperías de campaña, con la inmediata consecuencia de su adopción por parte del paisanaje.
Los uruguayos, también, conocían la bombacha, ya que el general Rivera la había adquirido para su ejército.
A) Soldados del Regimiento Zuavo del ejército francés. B) Uniforme de la infantería argentina en la Guerra de la Triple Alianza (1864 a 1870). C) Gaucho Rioplatense (foto de 1890). Mas fotos
Antes de la bombacha, el gaucho usaba el chiripá. En esa época, el gaucho era marginal, pero cuando empieza a integrarse en la sociedad como peón de campo, cambia la indumentaria y adopta la bombacha porque le resulta cómoda tanto para usar con botas como para usar con alpargatas.
La Bombacha Pampero de hoy, es la versión moderna de aquellas bombachas turcas que Urquiza adquirió.
6.b.IV) La bota de potro:
La Bota de Potro es un tubo de cuero crudo enterizo, sin costuras, que ajusta pierna y pie, fue usado como calzado rural.
Se obtiene de las extremidades posteriores de burras, potros, terneras, vacas y yeguas.
6.b.V) Sobre la vestimenta del gaucho, del paisano y del milico:
Los soldados que componían a los ejércitos eran, en su gran mayoría, levantados en las levas con las ropas que estaban vestidos en ese momento, y proveerlos de un uniforme era un lujo del cual no se acostumbraba y por ello se recurría a la militarización de la vestimenta que el gaucho acostumbraba utilizar.
Desde el punto de vista político la mayoría de los gauchos fueron patriotas federales hasta la caída de Rosas en 1852. Es decir, enemigos de los vencedores de Caseros que posteriormente persiguieron al gaucho, lo discriminaron socialmente y utilizaron en la Guerra del Paraguay (1864-1870) o en la frontera con el indio.
Un crudo testimonio de ese desprecio lo encontramos en la carta de Domingo Faustino Sarmiento al General Bartolomé Mitre, del 20/9/1861, donde escribe:"No trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla, incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos".6.b.VI) La Divisa Punzó:
La Divisa Punzó, también llamada Cintillo Federal fue un distintivo político que utilizaban los federales obligatoriamente. Utilizada desde 1829 fue impuesta por Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires, el 3 de febrero de 1832 cuando firmó el decreto que oficializó su uso obligatorio.
Divisa Punzó.(20cm x 5cm)
Archivo General de la Nación.
El color rojo punzó es la deformación de "rouge ponceau" (es decir: rojo amapola silvestre), un matiz de rojo fuerte, intenso, vivo, utilizado en Francia en la moda de las primeras décadas del siglo XIX. Entre los partidarios del Partido Federal el color rojo punzó era un signo de lo popular ya que en las Provincias Unidas del Río de la Plata y luego en su continuidad jurídica: el Estado denominado Confederación Argentina era bastante fácil de obtener a partir de la sangre de los abundantes ganados (especialmente vacunos).
La persona que omitía el uso de la divisa punzó era visto como traidor y se lo tildaba de salvaje unitario, pudiendo ser hostigado por la Mazorca (organización parapolicial rosista) que se dedicó a aterrorizar a los acusados de ser unitarios.
La divisa punzó era la identificación plena de un modo de vivir y de una genuina definición política. Por su lado los unitarios se prendían un cintillo celeste y blanco en el pecho.
Nota: Quien mejor patentizó el poder que tenía en sí misma la divisa punzó fue el propio Justo José de Urquiza. Luego de haber traicionado a la patria con su triunfo internacionalista en Caseros, el entrerriano prohibió el uso del cintillo federal al día siguiente de la batalla, el 4 de febrero, pero como el remordimiento carcomía su intranquila conciencia, el 21 de febrero de 1852 volvió a restablecerlo. Más aún: con él marchó frente al pueblo de Buenos Aires el día 20, apurando el paso antes de que lo hagan las tropas imperiales del Brasil, con rumbo al Fuerte.
5.i) La batalla: “Derrota de la Caballeria de Rosas" publicado el 27 de marzo de 1852 en el semanario francés "L'illustration journal universel" Volumen 19 Batalla de caseros. Pintura del artista italiano Carlos Penutti (quien acompaño al Ejercito Grande) centrada en la División Oriental. Litografía de la batalla de Caseros centrada en la primera división brasileña (publicada el 4 de diciembre de 1852).
En cuanto a la disposición de las fuerzas, el ala derecha de las tropas de Rosas se apoyó en el caserón de Caseros (donde funcionaria un improvisado hospital de campaña). Hacia la izquierda, se hallaban tres divisiones de caballería bajo las órdenes del General Lagos. Hacia el norte del Caserón, dispuso un martillo defensivo compuesto por grupos de carretas con infantería. Mas dos regimientos de caballería como reserva, al mando de los generales Sosa y Bustos.
En la noche, previa, del 2 de febrero de 1852, Rosas recorrió el escenario de la batalla. En la mañana siguiente, las tropas de Urquiza, que contaba con 24.000 hombres contra 22.000 de Rosas, inició el ataque. La acción se inició con un nutrido fuego de artillería, y luego Urquiza envió contra el ala izquierda rosista una formidable carga de caballería, desbaratando la línea de defensa tras una lucha encarnizada. El combate prosiguió por el centro, donde los invasores chocaron contra el fuego de 60 cañones al mando de Chilavert, sufriendo serias pérdidas.
Desde el mismo comienzo las tropas del Ejército Grande mostraron su superioridad, pese a que los federales contaban con cuatro coheteras, última tecnología en armas por entonces.
Urquiza no dirigió el combate; por el contrario, los jefes del Ejército Grande actuaron por si mismos y tomaron sus propias decisiones.
Desarrollo del combate. Ilustraciones presentes en el Museo Histórico Nacional Casa de Caseros.
Fuente: La Batalla de Caseros y los hechos que merecen ser recordados.
Mientras el ejército de Rosas se defendía con artillería y fusiles, Urquiza lideró una carga de caballería contra la línea izquierda del ejército de Rosas, momento en el cual un grupo de infantería brasileña, uruguaya y argentina capturaron una posición cerca de la línea derecha enemiga.
Ante estos ataques, ambos flancos eventualmente cedieron, resistiendo solo el centro formado por fusileros y artillería. Estos no se rindieron y continuaron el combate encarecidamente, hasta el punto de agotar todas sus municiones, momento en el cual la infantería brasileña pudo avanzar y poner fin a la batalla.
Fue entonces que los aliados atacaron el ala derecha del ejército de Rosas, provocando su retiro.
Lamadrid y Medina en el ala derecha del bando de Urquiza, arremetieron contra la izquierda rosista, aniquilándola.
El centro, ahora sin protección a sus flancos, y acosado por todas partes, debió ceder.
Las tropas brasileñas jugaron un importante papel en la batalla, su experiencia y disciplina militar contribuyeron en gran medida a la victoria final.
La carga de caballería de Justo José de Urquiza en la Batalla de Caseros fue un momento crucial. Urquiza, lideró personalmente la carga de caballería que rompió las líneas defensivas de Rosas y contribuyó de manera decisiva a la derrota de las fuerzas federales.
Las últimas fuerzas de Rosas, en sucumbir fueron las que estaban al mando de Martiniano Chilavert.
La batalla fue relativamente rápida, aproximadamente cinco horas, empezó hacia las 8 de la mañana y finalizó a primeras horas de la tarde. Concluyó con el triunfo del Ejército Grande y la derrota de Rosas, que herido en una mano, buscó refugio en Buenos Aires, donde presentó su renuncia, redactada en lo que hoy es, Plaza Garay, en ese entonces, Hueco de Los Sauces. Luego, embarcó en un buque inglés y se exilió en Gran Bretaña.
Urquiza estableció ese mismo día su cuartel general en la quinta de San Benito de Palermo. Rosas, ligeramente herido en una mano, ya había redactado su renuncia.
Los desertores de las fuerzas de Urquiza fueron ejecutados, como Chilavert, y los pocos hombres que quedaron del regimiento Aquino. El estado argentino debió soportar el pago de una deuda hacia el imperio de Brasil, que le había concedido un préstamo de 100.000 patacones a un interés del 6 % anual.
El día 20 de febrero de 1852, las fuerzas de Urquiza entraban triunfales en Buenos Aires. Junto a Justo José de Urquiza, otras destacadas figuras, como Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre hicieron su ingreso glorioso. Urquiza se instaló en la residencia de Palermo, donde viviera Rosas. La gobernación de Buenos Aires fue ocupada interinamente por Vicente López y Planes. La Constitución para el país ya era un hecho, que se concretó en 1853, y aún sigue vigente, con modificaciones.
El Marques de Sousa tomó el carruaje de Rosas como trofeo.
El disgusto de los dirigentes liberales porteños por la prolongada permanencia de Urquiza en Buenos Aires, por el lugar de preeminencia que se auto atribuía, y por la obligación que estableció de portar la divisa punzó, símbolo del federalismo. Este disgusto pronto se tradujo en la ruptura abierta de la confluencia de intereses entre el liberalismo porteño y los terratenientes y comerciantes del Litoral a los que representaba Urquiza, y fue el prólogo de la secesión de Buenos Aires.
Urquiza dirigiendo la carga de la caballería entrerriana. Pintura de Juan Manuel Blanes.
Terminada la lucha, Sarmiento cabalgó hacia Buenos Aires, entró en el viejo caserón de Palermo de San Benito desde donde Rosas había gobernado, se dirigió al escritorio del jefe federal y allí redactó el parte de la batalla.
Nota: Cuando se encargó a Auguste Rodin, el gran escultor francés, la estatua en homenaje a Sarmiento, la única que el galo esculpió para América, los miembros de la comisión del monumento decidieron instalarla en el lugar donde estaba el escritorio de Rosas, sobre sus ruinas.
“En cuanto a la batalla”, redactaba Sarmiento el día después del 3 de febrero de 1852, “puede leerse en el Boletín Nro. 26 una novela muy interesante que tuvimos el honor de componer Mitre y yo” Incluso hay historiadores como Jorge Abelardo Ramos que la titulan de “simulacro” De todos modos hubo un combate que se extendió unas cinco horas entre el ejército multinacional, al mando de Urquiza, y los 23 mil hombres que Rosas reunió entre milicianos y veteranos soldados, hartos de guerrear “¡Soldados! Hoy…combatiréis por la libertad y la gloria ¡Soldados! Si el tirano y sus esclavos os separan, enseñad el mundo que son invencibles…éste es el deber que os impone a nombre de la Patria, vuestro general y amigo”, arengaba Urquiza, y enfrente Rosas, que era perfectamente visible debido a la corta distancia que se encontraban los formidables ejércitos, decía sereno, “Coronel Chilavert, sea usted el primero que rompa sus fuegos sobre los imperiales que tiene a su frente”, recortando el enemigo, a los brasileños. Chilavert sería el primero que descargaría la artillería a las nueve de la mañana y, también, el último que resistiría hasta el final, y cerca de las tres de la tarde, los embates de los imperiales.
Nuevamente Rosas elige a sus enemigos, “los macacos”, sentenciaba despectivamente al emisario inglés Gore, quien lo refugiaría en su casa en las horas de la derrota, después de renunciar a la gobernación de Buenos Aires en el Hueco de los Sauces -la actual Plaza Garay en Constitución. Y cerrar un capítulo de la Historia de la Nación.
Urquiza no logró imponer un mando único a su Ejército Grande. Cada jefe hizo lo que quiso. El mismo cargó al frente de su caballería entrerriana contra la izquierda de la línea rosista, abandonando la comandancia general. La infantería brasileña, junto a brigadas uruguayas y caballería argentina, tomó el palomar de la familia Caseros, situado a la derecha de las líneas rosistas, una vez que cedieron los flancos sólo siguió la resistencia en el centro.
A pesar de chocar casi 50.000 hombres, las bajas del "Ejército Grande" se estima en alrededor de 300 muertos y 300 heridos, mientras que en el Ejército de la Confederación Argentina algunas fuentes indican 1,500 muertos y heridos, además de 7,000 prisioneros. También se capturaron 800 carros, artillería y todo el parque.
La cifra de muertos es verdaderamente baja por la cantidad de combatientes, y la mayoría se concentraron entre los imperiales y el centro del campo de los rosistas, defendido por Chilavert hasta que se quedó sin municiones.
Chilavert entendió perfectamente de qué se trataba: en Brasil se considera la batalla de Caseros como un triunfo de las armas brasileñas, algo cierto ya que el resto del ejército comandado por Urquiza tuvo una actuación deslucida, de hecho el mismo gobernador de Entre Ríos cargó al frente de un batallón, y el posterior desfile de los imperiales en Buenos Aires el 20 de febrero, una reivindicación de la derrota del Imperio en Ituzaingó en ese misma fecha pero de 1827 –en varias versiones se corre adrede la fecha, un manto de piedad hacia Urquiza por esta humillación. A su favor, el entrerriano los hizo desfilar al trote, desde balcones les gritaban “asesinos”, e impidió que se lleven las banderas obtenidas en la Guerra contra el Brasil. Como premio a la valentía de Chilavert, que incluso sin armas se enfrentaba a los soldados del Ejército Grande hasta que fue reducido, Urquiza al día siguiente, tras un breve diálogo, uno que le dice traidor de los unitarios, el otro que responde que el único traidor era Urquiza que recibió dinero brasileño para derrocar un gobierno argentino, sale al grito “¡Fusílenlo de inmediato! “ y lo matan a disparos y culatazos, con un Chilavert que se resiste hasta el último aliento.
Quedaría días sin sepultura, al igual que los casi 1500 federales en Caseros, varios ultimados luego del cese al fuego, como Claudio Cuenca, que atendía a los heridos, o Martín Santa Coloma, héroe de Vuelta de Obligado y Quebracho, degollado por orden del mismo Urquiza. Toda la división de Aquino, que había desertado rechazando combatir junto a los brasileños, fue colgada en Palermo. En días posteriores se asesinaron a 500 personas y Buenos Aires fue saqueada por un ejército multinacional, en un hecho único e irrepetible para los porteños.
No, la caída de Rosas no había cambiado a Urquiza, ni el país. Un fanático del orden era reemplazado por otro muy similar, Urquiza propietario de economía y vidas en el Litoral, que tenía en mente una organización nacional que oriente el progreso hacia el librecambismo, con raíces federales. En aquel desfile el Brigadier General Urquiza se obstinó en entrar con poncho y cintillo punzó por Florida, en el caballo de Rosas, para horror de la alta sociedad bonaerense. Y los unitarios, los emigrados y los rosistas se unieron sin grietas contra el vencedor de Caseros, batalla punto de partida de la Constitución, y origen de la consolidación de la hegemonía porteña.
Al parecer durante el combate, el desorden fue el elemento presente más destacado. Las fuerzas gauchas de Urquiza y gran parte del ejército improvisado de Rosas no estaban habituados a las complejas tácticas de combate. Los únicos soldados verdaderos eran los 3 mil hombres brasileños que formaban parte de las fuerzas de Urquiza y que lograron tomar el Palomar (bastión defensivo del bando rosista).
Extraido de : La Batalla de Caseros: la historia (im)perfecta www.serargentino.com Comprender este combate del 3 de febrero de 1852, el mayor despliegue armado latinoamericano de mediados del siglo XIX, significa comprender los destinos de un país y un continente..5.i.I) El Revisionismo Histórico:
Nota: Las crónicas argentinas de cualquier orientación ideológica toman a la batalla del Monte Caseros como una bisagra de la historia, como el último episodio bélico de la guerra civil entre federales y unitarios, pocas veces se hace hincapié en el hecho de que fueron dos facciones del partido federal las que se enfrentaron ese cálido día, y que los pocos unitarios que participaron lo hicieron bajo las órdenes del rebelde gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza.
Para la historiografía liberal, cuyos mayores representantes fueron Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, la batalla de Caseros permitió el triunfo de la línea iniciada en la Revolución de Mayo de 1810, continuada con la Declaración de la Independencia en 1816 y culminada en la sanción de la Constitución Federal de 1853. Sin embargo el revisionismo histórico en las décadas de 1950 y 1960, no esta de acuerdo
El revisionismo histórico en Argentina es una corriente historiográfica que busca modificar la visión tradicional de la historia, enfrentándose a la perspectiva predominante en el país desde mediados del siglo XIX 1. En particular, el revisionismo se ha orientado a revalorizar la figura de los caudillos federales, como Juan Manuel de Rosas, que antes eran considerados símbolos de atraso político y cultural. También ha cuestionado la visión negativa de los conquistadores y colonizadores españoles, a quienes el liberalismo del siglo XIX había condenado como responsables de todos los males.
Hasta la batalla de Caseros en 1852, no existía una historiografía propiamente dicha en Argentina. Se contaba con memorias, anecdotarios y esbozos históricos, pero no una narrativa coherente. Sin embargo, después de Caseros y especialmente tras la batalla de Pavón en 1861, comenzó a desarrollarse la historiografía nacional. Los pioneros en este campo fueron Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre. Durante las décadas siguientes, al menos hasta principios del siglo XX, la historiografía siguió principalmente las interpretaciones de estos dos maestros.
No obstante, hubo voces disidentes. Adolfo Saldías, un abogado liberal y admirador de Mitre, se dedicó a estudiar cuidadosamente la historia desde 1824 en adelante. Su trabajo marcó una diferencia al cuestionar algunas de las interpretaciones previas.
- Para descargar en pdf: Historia de la Confederación Argentina: Tomo I; Tomo II; Tomo III, de Adolfo Saldías.
Además, durante el gobierno de Mitre, surgieron cronistas, políticos e intelectuales que escribieron artículos históricos en contra de su visión, como Juan Bautista Alberdi, José Hernández, Rafael Hernández, Carlos Guido y Spano, Olegario Víctor Andrade y Miguel Navarro Viola. Aunque en ese momento no se consideraban revisionistas, sus contribuciones abrieron el camino para futuras revisiones históricas.
En resumen, el revisionismo histórico argentino ha buscado reevaluar la historia nacional, desafiando las interpretaciones clásicas y defendiendo figuras y eventos que antes eran considerados negativos.
El revisionismo histórico en Argentina ha cuestionado la versión tradicional presentada por Bartolomé Mitre sobre la batalla de Caseros del 3 de febrero de 1852. Aquí están algunos de los puntos que el revisionismo ha puesto en tela de juicio:
- Carácter de la batalla: Mitre describió la batalla como un enfrentamiento entre civilización y barbarie, con él mismo liderando las fuerzas civilizadoras contra Juan Manuel de Rosas, el caudillo federal. El revisionismo argumenta que esta visión simplista no refleja la complejidad de los factores políticos, sociales y económicos en juego. En lugar de una lucha entre el bien y el mal, se considera que la batalla fue un conflicto entre diferentes intereses y facciones dentro de la sociedad argentina.
- Rosas como tirano o líder popular: Mitre retrató a Rosas como un tirano sanguinario que oprimía al pueblo y gobernaba con mano dura. El revisionismo ha buscado matizar esta imagen, destacando que Rosas también tenía un amplio apoyo popular, especialmente en las provincias del interior. Se le atribuye la defensa de la soberanía nacional y la oposición al imperialismo extranjero.
- Consecuencias de la batalla: Mitre presentó la caída de Rosas como un triunfo de la civilización liberal y el inicio de una era de progreso. El revisionismo señala que, tras la batalla, hubo violencia y persecución política, así como conflictos internos entre las facciones vencedoras. Además, la economía no mejoró significativamente en los años posteriores.
5.j) Las banderas en el campo de batalla:
El Ejército Grande se presentó a pelear en el monte de Caseros con las banderas de los cuatro estados aliados: Entre Ríos, Corrientes, Brasil y Uruguay, a las que agregó la bandera creada por Belgrano, que había sido derogada por Rosas, quien la había reemplazado por la bandera de la Confederación Argentina, compuesta por tres franjas horizontales, dos azules y una blanca con gorros frigios en los cuatro vértices y un sol rojo en el centro.
La polémica por las banderas extranjeras en Caseros sigue hasta hoy y es un tema controvertido.
5.k) Martiniano Chilavert. El ingeniero que no dejó de disparar:
El coronel de artillería Martiniano Chilavert, nació el 16 de octubre de 1798 en Buenos Aires, hijo de un oficial de milicias. Parte de su infancia y juventud transcurren en España, pero regresó al Río de la Plata con su padre en 1812, en la misma fragata Canning que transportaba a José de San Martín y Carlos María de Alvear. Ingresó con 15 años al Regimiento de Granaderos de Infantería, como artillero obteniendo el grado de subteniente.
Siguió la carrera de Alvear en 1820, uniéndose a la invasión de Buenos Aires por parte de Estanislao López y luchando en las batallas de la Cañada de la Cruz. y de San Nicolás de los Arroyos. Terminó exiliado en Montevideo, de donde regresó en 1821, y renunció al ejército para retomar los estudios, siendo ayudante de la cátedra de matemáticas del prestigioso Felipe Senillosa. Se recibe de ingeniero en 1824.
Luego, en 1826, se reincorporó a las armas para luchar en la guerra contra el Imperio del Brasil, alcanzando el grado de Sargento Mayor en la artillería. Estuvo presente en la batalla de Ituzaingó y en 1828, a las órdenes de Fructuoso Rivera, pasó a combatir a las fuerzas imperiales de Brasil que operaban en las Misiones en donde le sorprende la deshonrosa paz firmada por Bernardino Rivadavia con el Imperio.
Al regresar a Buenos Aires ya se había producido el motín unitario de diciembre de 1828 que terminó con el fusilamiento de Dorrego. Chilavert se adhiere como jefe de artillería al bando unitario que comandaba Juan Lavalle, y son derrotados por Rosas y las fuerzas de Estanislao López en la Batalla en Puente de Márquez. Tras lo cual marchó al destierro acompañando a Lavalle a quien consideraba su jefe natural a la Banda Oriental.
En Uruguay sobrellevó el ostracismo y la inactividad militar hasta 1836. Al producirse la sublevación de Fructuoso Rivera contra Manuel Oribe, presidente de la Banda Oriental, se pone al lado de Rivera, ostenta por entonces el grado de coronel.
En el año 1839 llega Chilavert a Montevideo siendo reclutado por la emigración argentina en pleno desarrollo de la guerra contra Rosas. Chilavert llegaba enojado y decepcionado con Rivera.
Acompaña a Lavalle, en la invasión a la isla Martín García, quien lo designa jefe de Estado Mayor. Pero Chilavert está en desacuerdo con la conducción de Lavalle del ejército invasor al que éste denomina pomposamente “Legión Libertadora”. Chilavert propuso atacar Buenos Aires y Lavalle deambuló por la provincia bonaerense y santafesina sin recibir apoyo alguno y marchando rumbo a los desastres de “Quebracho Herrado” y “Famaillá” que finalmente terminó con la muerte de Lavalle.
Chilavert se retiró del ejército de Lavalle, antes de Quebracho Herrado, para volver a servir a Rivera, quien lo nombra comandante en jefe de la artillería. En la sangrienta batalla de “Arroyo Grande.”, del 6 de diciembre de 1842, Chilavert manda la artillería combatiendo con valor, pero el ejército federal obtiene la victoria y Chilavert cae prisionero junto con el parque, bagajes y caballada. Luego se exilia nuevamente en Brasil. En esa acción Rivera huye cobardemente, arrojando su chaqueta bordada, su espada y sus pistolas, para no ser reconocido.
El Coronel Chilavert participó en Montevideo en la reunión de la noche del 3 de febrero de 1843, en la que Rivera dijo que él salía a campaña y que necesitaba elegir un jefe para la defensa de Montevideo pero que no fuera José María Paz al que consideraba un inepto. Allí propuso, también, la erección de un estado entre los ríos Paraná y Uruguay, cuestión que ya había sido conversada con el ministro brasileño Sinimbú. En ese momento Chilavert encaró a Rivera y le espetó:
“hace tiempo que veo que la guerra que Ud. hace no es a Rosas sino a la República Argentina, ya que su lucha es una cadena de coaliciones con el extranjero. De resultas de ello Argentina ha sido ultrajada en su soberanía, favoreciendo esto a Rosas ya que la opinión pública ve amenazada la Patria”.
Si es cierto que algunos argentinos notables trabajan el proyecto de segregar dos provincias argentinas para debilitar el poder de Rosas, o para lo que fuese, la lengua humana, el sentimiento y la prosperidad, los llamaba, y cien veces los llamaría, notables traidores a la Patria.”
Que en cuanto a él, “protestaba desde el fondo de su alma contra semejante proyecto, viniese de donde viniese; y que las armas que la patria le dio en los albores de la independencia no se empañarían al lado de tan notables traiciones, porque él iría a ofrecérselas a Rosas o a cualquiera que representase en la República Argentina la causa de la integridad nacional.”
Quedaron todos pasmados sólo Rivera atinó argumentar que "eran cosas de la diplomacia!"
Chilavert fue dejado de lado, por su perfil crítico. En esa época tomó conocimiento del Combate de la Vuelta de Obligado, donde las fuerzas argentinas al mando de Lucio Mansilla y por orden de Juan Manuel de Rosas enfrentaron a la poderosa escuadra anglo-francesa, el 20 de noviembre de 1845. Esto produjo una reacción inmediata en Chilavert quien ofreció sus servicios al ejército de Rosas, a través del general Oribe.
Su compromiso con la defensa de la patria prevaleció, y a principios de 1847 Chilavert se trasladó Buenos Aires para ponerse a las ordenes de Rosas, quien le encomendó el mando de un cuerpo de artillería. En 1851 tenía el comando del Regimiento de artillería ligera.
Fue jefe de la artillería de Rosas, en el centro del dispositivo del ejército de la Confederación, a la izquierda del palomar de Caseros, donde emplazó treinta cañones servidos por 300 artilleros, que apuntaban directamente a las fuerzas brasileñas. Disparó durante toda la batalla contra el grueso de las tropas invasoras brasileñas hasta agotar la munición.
La última resistencia fue la de la artillería de Chilavert y la infantería de Díaz (también de origen unitario). Como se agotaron las municiones, mandó recoger los proyectiles del enemigo que estaban desparramados alrededor suyo y disparó con éstos. Y cuando no hubo nada más que disparar, finalmente la infantería brasileña pudo avanzar y así terminó la batalla. Finalmente Chilavert fue capturado mientras permanecía calmo y fumando al frente de sus cañones.
Eran las dos de la tarde. La batalla de Caseros había terminado. En total había durado 7 horas si se cuenta desde el inicio de los tiroteos entre las guerrillas o 5 si se contabiliza desde que comenzó el choque entre el grueso de los ejércitos.
El fusilamiento de Martiniano Chilavert: El día después de la batalla, enterado Urquiza de la rendición de Chilavert, ordena que sea conducido a su presencia, y sus colaboradores se retiran dejándolos a solas. No hay evidencia histórica que indique que Urquiza conociera personalmente a Chilavert antes de la batalla de Caseros. No hay testigos, pero algunos conjeturan lo que ocurrió: el vencedor de Caseros habrá reprochado a Chilavert su deserción del bando antirosista. Y Chilavert le habrá respondido que allí había un solo traidor: quien se había aliado al extranjero para atacar a su patria, y quizá también se haya referido a la fortuna de don Justo, de la que tanto se murmuraba.
Urquiza abre entonces la puerta y ordena que lo fusilen de inmediato, por la espalda, como signo de esa traición pero Chilavert se resistió pidiendo que lo ejecutaran a cara descubierta y de frente al pelotón. Finalmente fue ultimado a bayonetazos y culatazos, quedando su cadáver insepulto varios días, hasta que fue llevado al cementerio de la Recoleta. Ver: Fusilamiento de Martiniano Chilavert.
Suegro y cuñado de Chilavert, fueron a implorar a Urquiza la vida del sentenciado, pero Urquiza fue insensible, inclusive le negó cristiana sepultura, sólo después de unos tres días la familia recupero el cuerpo y lo ingreso clandestinamente (porque lo tenían prohibido por traidor) al cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires, y depositó sus restos en una bóveda de la familia del coronel Argüello.
Martiniano Chilavert fue un paradigma de héroe; corajudo, talentoso, patriota y eximio profesional. Más, la historia "oficial" o liberal, lo borró: hoy no tiene ni siquiera una tumba propia y se encuentra tirado anónimamente su féretro en el subsuelo de una tumba prestada en el Cementerio de la Recoleta, sin siquiera una chapa que recuerde su nombre.
Como legado nos deja el coronel Chilavert, su ejemplo al colocar el amor a la Patria por sobre todo otro interés. Ya a más de siglo y medio de distancia su figura parece agrandarse constantemente, al comparársele con ciertos personajes del hoy que practican la actitud inversa, es decir, colocan sus más mezquinos intereses por sobre el interés nacional.
Muchos de los que aquel 3 de febrero de 1852 empuñaron sus armas unidos al Brasil tienen hoy monumentos y periódicos homenajes en su honor, mientras que quien dejó de lado todo para morir defendiendo su suelo natal ni siquiera descansa en una tumba propia.
5.l) Pedro José Díaz. Los coroneles Díaz y Chilavert, unitarios héroes del ejército federal:
Coronel Pedro José Díaz. Cementerio de La Recoleta.
Nacido en Mendoza en 1810, hijo de un militar, con 13 años se enroló como soldado en el Regimiento de Granaderos a Caballo fundado por José de San Martín, y a principios de 1814 fue enviado al Ejército del Norte. Se unió en 1816 al Ejército de los Andes e hizo la campaña de Chile, combatiendo en la batalla de Chacabuco, en Cancha Rayada y en la de Maipú, donde fue ascendido al grado de capitán; hasta entonces sólo era sargento.
Hizo la campaña del Perú. En la toma de Lima fue el primer oficial patriota en entrar en la ciudad, y el 11 de julio de 1821 fue Díaz quien custodió la entrada en Lima de San Martín. De regreso a Buenos Aires, se incorporó al ejército para la guerra del Brasil. Reconocido con el grado de teniente coronel, combatió en la batalla de Ituzaingó, tras la cual se le dio el grado de coronel de infantería.
Regresó a Buenos Aires con el general Juan Lavalle a cuyas órdenes participó en la revolución con que éste derrocó al gobernador Manuel Dorrego, y participó en las batallas de Navarro y Puente de Márquez. Tras la derrota a manos de Juan Manuel de Rosas, se exilió en Montevideo, siguiendo a Lavalle. Allí se dedicó al comercio, apartado completamente de la actividad militar, hasta el año 1837, en que se unió con su jefe a la revolución de Fructuoso Rivera, combatiendo a sus órdenes en la batalla de Palmar.
Participó de la invasión de Lavalle a Entre Ríos en 1839 y combatió en la batalla de Yeruá. Fue jefe de una división del ejército de la provincia de Corrientes, y tuvo una destacada actuación en la batalla de Don Cristóbal.
Continuó con el ejército la invasión a la provincia de Buenos Aires, y la retirada desde allí hacia el norte. En la captura de la ciudad de Santa Fe fue el jefe que logró la rendición del jefe de la defensa, general Eugenio Garzón. Posteriormente salvó la vida de ese general, cuando Lavalle, a petición de los oficiales uruguayos de su ejército, pretendió ejecutarlo.
Cuando Lavalle se retiró en dirección a la provincia de Córdoba, participó en la batalla de Quebracho Herrado. Durante el transcurso de la misma, debió contener con sus fuerzas de infantería las cargas de la división del general Ángel Pacheco. Pese a la orden terminante del ayudante del general Lavalle de retirarse, abandonando a sus hombres, respondió: "Dígale al general Lavalle que, donde mueren sus hombres, muere el coronel Díaz."
Tras perder la mitad de sus hombres, fue tomado prisionero junto a sus soldados; tomando un gran riesgo sobre su vida, se aseguró que no hubiera represalias de los vencedores sobre ellos. Sus vencedores respetaron el acto heroico de Díaz, en una batalla tras la cual varios oficiales unitarios fueron ejecutados.
Pasó los siguientes años prisionero en el cuartel de Santos Lugares. Fue liberado en 1849, reincorporado al ejército y reconocido en su grado militar. Se había hecho amigo del coronel Antonino Reyes, jefe del campamento de Santos Lugares, que intercedió por él.
En 1851, al saber que el Ejército Grande de Justo José de Urquiza, avanzaba hacia Buenos Aires aliado con el Imperio del Brasil, se unió espontáneamente al ejército de Rosas, sin ocultar en ningún momento su pertenencia convencida al partido unitario.
Dicen que cuando el ejército de Urquiza se venía, le preguntaron a Díaz: "-Y usted, coronel, ¿qué papel desempeñará en esta emergencia; son los suyos los que vienen” a lo que contesto:
“-No... es Urquiza, es el Brasil, y yo como soldado estaré con mi pueblo, puesto al lado del Gobierno de mi patria, sea Rosas o el diablo”.
En la batalla de Caseros, Rosas le dio el mando de la fuerza más importante de la infantería, con base central en la casona y palomar de Caseros. Se destacó por la valentía demostrada en el combate, y a pesar de las sucesivas defecciones de las divisiones del ejército federal se mantuvo en el frente de batalla hasta el final de la misma. Solamente cuando el jefe de la artillería, coronel Martiniano Chilavert —otro unitario decidido, que había sido el jefe del estado mayor de Lavalle en 1839— se quedó sin municiones, abandonó sus posiciones ya inútiles para salvar la vida de sus soldados.
Los dos últimos jefes en rendirse fueron Díaz y Chilavert. Este último fue ejecutado al día siguiente, por decisión de Urquiza. Díaz tuvo más suerte, ya que varios amigos unitarios intercedieron por él, a pesar de que era generalmente considerado enemigo personal de Urquiza. Apenas conseguida su libertad, consiguió el indulto para el coronel Reyes.
Posteriormente fue nombrado capitán del puesto de Buenos Aires y participó en la revolución unitaria del 11 de septiembre. Fue ministro de guerra del gobernador Manuel Guillermo Pinto durante el sitio de Buenos Aires por el federal Hilario Lagos. Y tras la muerte de Pinto y el final del sitio, se retiró a la vida privada, especialmente ofendido por el juicio contra Reyes, en que se pretendía condenarlo a muerte.
Falleció en Buenos Aires en diciembre de 1857. Esta enterrado en el Cementerio de la Recoleta.
6.a) Monumento Histórico Nacional: Casa de Caseros: Soldados uniformados del Imperio del Brasil. Extraído de Wikipedia.Imagen actual del «famoso» Palomar de Caseros. En lo que hoy forma parte de la localidad de El Palomar, donde se emplaza el Colegio Militar de la Nación..
En jurisdicción del Colegio Militar de la Nación, en la localidad bonaerense de El Palomar, a unos 20 kilómetros de la Capital Federal, se hallan este Museo, el campo donde tuvo lugar la batalla de Caseros y el palomar histórico. La designación Casa de Caseros -hoy sede del Museo- se origina en el apellido de su primitivo propietario, don Diego Cassero o Caseros, quien adquirió la posesión en el Pago de las Conchas a Isidro Burgos, el 21 de julio de 1781. Según asienta Cassero en su testamento, construyó el edificio principal en 1788, con veinticuatro habitaciones y un mirador en una de sus esquinas. Ciento treinta mil frutales le dieron el nombre de Monte Caseros.
En el año de la batalla, allí se instaló el Estado Mayor de las fuerzas rosistas; la propiedad pertenecía a don Simón Pereyra y sus descendientes donaron al Estado la casa y el palomar, rodeados por diez hectáreas de campo. Debidamente restaurados, la casa y el palomar han sido declarados lugar histórico y monumento histórico, respectivamente, por decreto del 21 de mayo de 1942. La casa pertenece al ejercito argentino desde 1911 y fue restaurada en 1992.
El día anterior a la batalla, sirvió de alojamiento y punto de reunión de los jefes del ejército federal y durante su desarrollo fue la posición fuerte en que se apoyó el ejército de Juan Manuel de Rosas.
El sector de la casa se encontraba protegido por diez piezas de artillería y el batallón de Tenientes Alcaldes. El ataque a las fortificaciones de Caseros (casa, palomar y una línea de carretas) estuvo a cargo del batallón de voltigeros (tiradores) de la División Oriental al mando del teniente coronel Palleja.
La actual sede del Museo fue utilizada como hospital de campaña durante la batalla y allí mataron al cirujano Claudio Cuenca al pedir clemencia para los heridos.
Seis amplias salas guardan el patrimonio de este Museo:
La de mayor significación es la denominada Sala de las Reuniones Preliminares del Pacto de San José de Flores. En ella una placa señala: “En este solar el 5 de noviembre de 1859 se reunió la Primera Conferencia de Delegados y se fijaron las bases de la pacificación nacional que culminó en el Pacto de San José de Flores”.
En las salas Caseros, Sala de Armas, Organización Nacional y Campañas al Desierto se exhiben documentos, piezas iconográficas, uniformes y otros materiales vinculados con la batalla. Son de interés una caja de caudales y una petaca de cuero que pertenecieron a Rosas; armas, balas de cañón y otros objetos encontrados en el campo de batalla; una reproducción del uniforme de gala del mariscal Solano López.
El palomar es una curiosa obra circular destinada a la cría de palomas, para lo que cuenta con innumerables nidales realizados con ladrillos. La construcción incluye tres pisos concéntricos, galerías, interiores y depósitos. No existen datos que señalen, con precisión, si para el año 1852 aún funcionaba la cría de palomas.
Existe la creencia de que en algún pasaje de la batalla de Caseros, el Restaurador Rosas se subió a la parte más alta del Palomar para dirigir desde allí el dispositivo de sus fuerzas.
El arroyo Morón está a unos 2 mil metros al oeste del Palomar de caseros, siendo un obstáculo natural. Las fuerzas de Urquiza lo fueron a pasar por un puente –un único puente- y se presentaron, donde ahora está la pista de la base aérea de Morón, antes debieron primero cruzar el río de las Conchas (hoy rio Reconquista) a través del puente de Márquez.
Aquí, las fuerzas contendientes distaban más o menos a unos 1500 metros, distancia suficiente para hacer jugar su artillería. El sitio donde se apostó el coronel Martiniano Chilavert para hacer fuego de artillería contra las fuerzas enemigas, estaba situado a la derecha del Palomar, si nos situamos mirando de frente a las fuerzas de Urquiza que se venían desde Morón, sus cañones tenían un alcance de 600 metros. Pero primero les dispara con balas lisas y luego con metralla a los 300 metros.
Casa de Diego Caseros.
Documental.
<< Mapa de la batalla de Caseros
- "Caudillos argentinos del siglo XIX"
Capítulo: "Estanislao López y Francisco Ramírez"
Encuentro es el canal educativo y cultural de Contenidos Públicos S.E. dependiente de la Secretaría de Medios y Comunicación Pública.
Canal Encuentro fue creado en mayo de 2005 (Decreto N.° 533/05) y reconocido por la Ley de Educación Nacional 26206 sancionada en diciembre de 2006.
6.b.I) El día después de la batalla:
Según distintos biógrafos no hubo demasiada resistencia por parte de las filas rosistas. Únicamente la artillería de Chilavert y el regimiento de Pedro José Díaz demostraron disciplina y la decisión de seguir luchando hasta el final. El resto de las tropas de Rosas se desbandaron y cayeron en un completo caos organizativo.
Al mediodía la derrota estaba sellada con únicamente doscientas bajas en conjunto (la mayoría correspondientes al bando rosistas).
A las 15:00 hs todo había terminado. El Ejército Grande fue el vencedor y ocupó la zona de Santos Lugares y desde allí Urquiza, acompañado de algunas divisiones, partió a Palermo donde instaló su cuartel general.
Al día siguiente de la batalla se produjo un gran saqueo en la Ciudad de Buenos Aires, organizado por las tropas vencidas de Rosas y a las que se sumaron parte de la población civil, que culminó en una matanza luego de que "tripulaciones de barcos extranjeros y vecinos armados empezaron a matar a todos lo que encuentran saqueando" lo que dejó "centenas de muertos el 4 de febrero del 1852, en medio del naufragio social.
En los meses posteriores al 3 de febrero, Urquiza nombra un gobernador y cierra la legislatura porteña; buscando unificar el país apoyado por los terratenientes del litoral y las clases dirigentes de interior, nacionalizando la aduana de Buenos Aires.
Los ingleses tenían buenas relaciones con Rosas, como lo demuestra el hecho de que apenas cayó en desgracia se escondió en la casa de un diplomático inglés y huyó en un buque de guerra británico a pasar el resto de su vida exiliado en el Reino Unido. Pero eran partidarios del libre comercio fluvial en todo el litoral; al igual que el imperio del Brasil.
Los porteños se levantan en armas el 11 de septiembre de 1852 expulsando a las fuerzas de Urquiza, para quedarse con la totalidad de los beneficios de la aduana. La misma recaudaba más que todas las otras provincias juntas por su activo y ascendente comercio con Europa.
De esta forma los liberales porteños se separan del resto del país. Lo cual reveló el carácter antinacional del mitrismo y de la burguesía porteña, que se oponía al proyecto de Urquiza de unificar el país: votar una Constitución y nacionalizar el puerto. En ese cuadro la victoria Mitrista solo fue posible a partir de la claudicación de Urquiza; quien prefirió seguir enriqueciéndose como socio menor de la provincia con mejor relación con el mercado mundial.
6.b) Las principales consecuencias de la batalla de Caseros fueron:
- La derrota de Rosas, que renunció a su cargo de gobernador de Buenos Aires y se exilió en Gran Bretaña, donde murió en 1877, a la edad de 84 años.
- La entrada triunfal de Urquiza en Buenos Aires y su instalación en la que había sido la residencia de Rosas en Palermo. Desde allí inició las tratativas y negociaciones que le permitieron reunir a todos los gobernadores en San Nicolás de los Arroyos.
- Urquiza instado en la casa de Rosas en Palermo, para asegurarse el apoyo político repartió dineros públicos, del tesoro, entre oficiales y allegados. Las órdenes de pago más modestas eran por veinte mil pesos. Don Vicente López y Planes cobró 200 mil pesos y aceptó asumir como gobernador de Buenos Aires. Otros fueron: - Tte. Cnel. Hilario Ascasubi, 10 mil - Cnel. Manuel Escalada, 100 mil - Gral. Gregorio Aráoz de La Madrid, 50 mil - Gobernador de Corrientes, Benjamín Virasoro, 224 mil - Gral José M. Galán , 250 mil - Cnel. Bartolomé Mitre, 16 mil.
- La ejecución de reconocidos miembros de la Mazorca, la policía política de Rosas, entre ellos Ciriaco Cuitiño y Leandro Antonio Alén, padre del fundador de la Unión Cívica Radical (UCR).
- El establecimiento de la libre navegación de los ríos interiores, que favoreció a Entre Ríos, Uruguay, Brasil y Corrientes, pero también a Paraguay, que no había querido comprometerse en la alianza anti rosista.
- El inicio de una etapa de transición del aislacionismo rosista a la inserción de la Argentina en los mercados mundiales como exportadora de materias primas y como importadora de productos industrializados, capitales y mano de obra.
- En varios aspectos el "Ejército Grande" fue un ensayo a escala del Ejército de la Triple Alianza que arrasaría el Paraguay quince años después, en cuanto dificultades de mandos, diferencias militares y recelos nacionalistas.
- En Caseros fueron dos facciones del partido federal las que se enfrentaron, y que los pocos unitarios que participaron lo hicieron bajo las órdenes de Urquiza. Pero la gran polémica está dada por la presencia de tres mil brasileños y mil quinientos orientales que se sumaron al Ejército Grande.
No obstante, las pruebas históricas demuestran contundentemente que las razones invocadas por Urquiza para levantarse contra Juan Manuel de Rosas sirvieron como atenuantes de su deshonrosa conducta: el Ejército Grande del que Urquiza era comandante se nutría de contingentes brasileños y fue la armada de ese país la que le facilitó el cruce de los ríos Uruguay y Paraná para poder llegar a Caseros. En el contexto de una pugna entre dos naciones, la realidad es que Urquiza eligió prestar servicio al extranjero para eliminar a su enemigo local antes que privilegiar el interés de su patria.
- La gran revancha: Los vencedores de Caseros tratarían de ocultar hasta la historia de la Confederación:
* Llaman a Palermo, propiedad de Rosas, “Parque 3 de febrero”,
* Cambian el nombre de la calle de "La Alameda" por el de "Avenida Sarmiento", donde se erige un monumento a Urquiza,
* Demuelen la residencia de Rosas e implantan en un su lugar un busto a Sarmiento, boletinero del Ejército Grande,
*Y la calle donde nació Rosas: "Santa Lucia" pasó a llamarse “Sarmiento”.