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3.b) Batalla de la Vuelta de Obligado
A 19kms (4 leguas) al norte de "San Pedro". 20 de nov de 1845
Publicado en el número XVIII de la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Año 1958.

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La Ley n.º 20.770, instauró el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional, en conmemoración de la batalla de la Vuelta de Obligado.

Veamos como se organizó la defensa el la Vuelta de Obligado, de acuerdo a los datos suministrados por el propio Mansilla en su informe del 20 de diciembre. Sobre la costa se instalaron cuatro baterías:

- La de la derecha, denominada “Restaurador Rosas”, estaba al mando del ayudante mayor de marina Alvaro de Alzogaray y constaba de seis cañones, dos de a 24 y cuatro de a 16.
- La Segunda, ciento diez varas más arriba, era la “General Brown”, a las órdenes del teniente de marina Eduardo Brown, hijo del almirante, y constaba de cinco cañones, uno de a 24, dos de a 18, uno de a 16 y uno de a 12.
- La tercera, a cincuenta varas de la segunda, “General Mansilla”, comandada por el teniente de artillería Felipe Palacios y compuesta de tres cañones, dos de a 12 y uno de a 8, en línea rasante con el río.
- La cuarta, “Manuelita”, a cuyo frente estaba el teniente coronel de artillería Juan Bautista Thorne, distaba 160 varas de la anterior y tenía siete cureñas de mar, de a 100 y de a 8, rudimentariamente empotradas en troncos de tala.

Estas baterías estaban servidas por 160 artilleros y 60 de reemplazo.

La batería “Restaurador Rosas” estaba guarnecida en su flanco derecho por 500 milicianos de infantería, de los cuerpos de Patricios de Buenos Aires, al mando del Coronel Rodríguez, y por cuatro cañones de a 4 al mando del teniente José Serezo. El flanco izquierdo era defendido por 100 milicianos al mando del teniente Juan Gainza.

Las baterías “General Brown” y “General Mansilla” eran resguardadas por 200 milicianos del Norte, bajo las órdenes del teniente coronel Laureano Anzoátegui y por el capitán de marina Santiago Maurice.

Apostadas en un monte, a 100 pasos de distancia, servían de reserva 600 hombres de infantería y dos escuadrones de caballería al mando del ayudante Julián del Río y del teniente Facundo Quiroga, hijo del caudillo riojano, y ambas bajo las órdenes del teniente coronel José María Cortina.

A estas fuerzas hay que añadir los vecinos de San Pedro a las órdenes de Benito Urraca; de Baradero, a las de Juan Magallanes; y de San Antonio de Areco, a las de Tiburcio Lima, que en número total de 300 se unieron a último momento en patriótico y meritorio esfuerzo.

Y completa esta enumeración la escolta del General Mansilla, compuesta de 70 hombres al mando del teniente Cruz Cañete.

En el flanco izquierdo de la batería General Mansilla, en un mogote aislado, estaban apoyadas las anclas que sostenían una línea de 24 buques desmantelados, de los que hacían la navegación del Paraná y probablemente algunos de guerra, con tres cadenas corridas por la proa, centro y popa.

El extremo opuesto de esas cadenas estaba sostenido por el bergantín “Republicano”, con seis piezas de a diez sobre estribor, y al mando del capitán de marina Tomás Craig. Por si el enemigo intentaba cortarlas, los místicos “Restaurador” y “Lagos”, con una pieza de a 6 cada uno, montaban guardia junto al “Republicano”. Tenían las mencionadas cadenas una doble finalidad: dificultar el paso del enemigo y demostrarle simbólicamente que la navegación del río no era libre y que sólo la lograría a la fuerza.

En una ensenada de la margen izquierda, 14 embarcaciones a remo con 200 infantes estaban listas para acudir a cualquier parte de la cadena o de la margen opuesta. Por último, se tenían preparadas dos líneas de a 5 chalanas unidas entre sí, con materias incendiarias a su bordo, para largarlas oportunamente a la deriva.

Los principales jefes enemigos reconocieron los aciertos de Mansilla en como dispuso la defensa. Hubo fallas: la artillería era escasa, las municiones más aún. Las había en Buenos Aires, pero hubo demora en pedirlas y en enviarlas. Todo ello explicable dada la falta de experiencia en este género de guerra, en cuyo transcurso el elemento humano supo sobreponerse a las deficiencias y dificultades materiales.

La escuadra invasora estaba compuesta de los siguientes buques:

Ingleses:
1) Vapor fragata “Gorgon”, buque insignia del Capitán Hotham, con seis cañones de 64 y 4 de 32.
2) Vapor fragata “Firebrand”, con igual armamento.
3) Corbeta “Camus”, con 18 cañones de 32.
4) Bergantín “Philomel”, con 10 cañones de 32.
5) Bergantín “Dolphin”, con 3 cañones de 32.
6) Bergantín “Fanny”, con un cañón de 24.

Franceses:
1) Cajor Fragata “Fulton”, con 2 cañones de 80.
2) Corbeta “Expeditive”, con 16 cañones de 8.
3) Bergantín “San Martín”, robado a la Argentina cuando el secuestro de la escuadra y constituído en buque insignia del Capitán Trehouart, con 2 cañones de 26 y 16 de 16.
4) Bergantín “Pandour”, con 10 Paixhans de 30 libras.
5) Bergantín goleta “Procede”, con 3 cañones de 24.

En total, 11 buques de guerra con 101 cañones, la mayoría de grueso calibre y los Paixhans con balas explosivas, que enfrentaban a las 35 pequeñas piezas de la defensa argentina.

Acompañaban a esta escuadra los buques carboneros que las abastecían. En el Paraná Guazú, poco antes del Ibicuy, un convoy de 20 barcos mercantes, cargados con mercaderías extranjeras y destinados a las ciudades ribereñas del interior aguardaba el resultado del combate.

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Croquis de la batalla.

La primera escaramuza se produce el 18, a las cinco de la tarde, cuando Mansilla envía en reconocimiento tres lanchones, que se ven obligados a retirarse ante los disparos del “Dolphin”. Por primera vez había tronado en el Paraná el cañón de los invasores.

El 20 amanece con niebla, pero ésta se disipa a las 8 y comienza a soplar una brisa del sur, favorable al ataque. A las 8 y 20 la vanguardia enemiga avanza lentamente sobre las baterías. A las 9 rompe el fuego. Comienzan a avanzar, en primer término, el “Philomel”, la “Procede”, la “Fanny”. Una vez anclados todos los buques, el combate se hace general y se mantiene vigoroso por espacio de dos horas.

Recio es el fuego de las baterías. El “San Martín” donde flamea la insignia del Capitán Trehouart, es el más castigado. Con 28 bajas, inclusive sus dos oficiales, y más de 120 impactos, se ve obligado a retirarse, y Trehouart debe arbolar su insignia en la “Expeditive”. El “Fulton”, que había acudido a socorrerlo, sufrió igualmente un serio castigo, recibiendo más de 100 impactos, y siendo desmontado uno de sus poderosos cañones de 80. También el “Dolphin” y el “Pandour” quedan momentáneamente fuera de combate, debiendo regresar aguas abajo para hacer urgentes reparaciones.

No obstante, el fuego mortífero de los aliados, y en especial las granadas paixhans, consiguen hacer mella en las baterías. Además, al cabo de dos horas de intensa lucha, comienzan a escasear las municiones. A mediodía se habían agotado las del bergantín “Republicano”. El comandante Craig ante la imposibilidad de defenderlo, resuelve volarlo para evitar que caiga en manos de enemigo, y pasa con su gente a engrosar la batería de Thorne.

Libres ya de este obstáculo y después de varias tentativas fracasadas, los aliados consiguen cortar las cadenas. Realiza esta operación el Capitán Hope, en una lancha protegida por el “Fulton”, que es el primero en cruzar el paso. Forzado éste, los potentes cañones de la escuadra consiguen arrojar su metralla sobre el flanco de las baterías, haciendo estragos en ellas. Las trincheras se llenan de muertos y heridos, imposibles de reemplazar por la escasez de personal. Lo trágico es la falta de municiones.

Callan la segunda y la tercera batería. Las otras dos sólo se dejan oír de vez en cuando, a largos intervalos. A las 4, Alsogaray dispara la última metralla de la suya. Sólo queda la de Thorne, sobre la que se concentra el fuego del enemigo. A las 4 y 50 cuenta sus municiones. Sólo le quedan 8 tiros. Personalmente dirige sus últimos disparos, sin errar ninguno, que no en vano es el mejor artillero de la Confederación Argentina. Al hacer el último, a las 5 de la tarde, una granada enemiga, que explota cerca de él, lo derriba en tierra, fracturándole un brazo y privándole del oído para siempre. Por eso pasó a la historia como el sordo de Obligado.

El combate puede considerarse decidido. Sólo resta a los aliados consolidar la destrucción mediante un desembarco. Lo hacen primero los ingleses bajo la protección de los cañones de la escuadra. Mansilla, en formidable carga a la bayoneta, desafiando a la metralla enemiga, consigue arrollarlos hasta las mismas embarcaciones. Pero cae herido por un rebote de granada. Lo reemplaza el Coronel Crespo, quien ordena al Jefe de Patricios de Buenos Aires, Coronel Rodríguez, continuar con la resistencia.

Entretanto han desembarcado también los franceses, reforzando el ataque. Rodríguez intenta una nueva carga, pero es detenido por el terrible fuego de la “Expeditive”, la “Procide” y el “Philomel”, que han conseguido situarse a sólo 150 metros. Son tan grandes las bajas, que se ve obligado a replegarse a la altura de las barrancas, donde ofrece una tenaz resistencia, disputando palmo a palmo el terreno a los invasores hasta las 8 de la noche. Sólo entonces se retira, salvando la artillería volante y acampando a dos leguas de distancia, sobre el camino a San Nicolás.

Tal fué el combate de la Vuelta de Obligado. Once horas había durado la lucha. Según parte británico los aliados tuvieron 28 muertos y 85 heridos. De acuerdo al parte argentino, firmado por Crespo en reemplazo de Mansilla, los defensores muertos ascienden a 150 y los heridos a 101. Es probable que, en realidad, las bajas hayan sido mayores por ambas partes. La diferencia en contra de los argentinos es lógica, dadas las características del combate y la superior cantidad y calidad del armamento extranjero.

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Batalla de la Vuelta de Obligado. Grabados de Jean P. Chavande. Colección Museo Histórico Nacional .

El combate de Obligado, a pesar de ser una victoria aliada, no fue definitiva.

El ejército argentino, aunque diezmado, no se había disuelto. Pronto se rehizo. Las fuerzas aliadas que desembarcaron en Obligado fueron arrolladas en los meses de diciembre y enero por las del Coronel Thorne, que comandaba la línea de observación sobre la costa. El 2 de febrero intentaron un nuevo desembarco, y otra vez Thorne los obligó a reembarcarse.

De nada servía haber forzado el paso. El objetivo aliado era dominar el río para comerciar con Paraguay y Corrientes. Pero no se domina el río cuando la costa sigue en poder del enemigo.

Desde sus barcos, los anglo-franceses se veían seguidos y observados por los jinetes criollos –poncho y gorro colorado- que “surcaban en todo sentido la llanura, atendiendo a tropas inmensas de caballos y vacas destinadas a su uso y consumo, mientras los marinos famélicos eran presa del escorbuto, a pesar de la huerta de legumbres que habían instalado en una islita”. Veían, por otra parte, levantarse de nuevo sobre la costa las baterías abatidas.

“Rosas está levantando baterías a lo largo de las barrancas entre nosotros y Obligado”, escribía el teniente Robins, de la fragata “Firebrand”, y añadía: “Si no hay una poderosa división abajo con fuerzas de tierra para sacar los hombres de la barranca, ellos echarán a pique algunos de los buques del convoy y probablemente harán daño a los de guerra. Nos hemos internado muy pronto río arriba. Hemos tomado una posición que no podemos sostener sin muchas posiciones fortificadas”. Y el teniente Marelly, confesaba: “Nos preocupan mucho las baterías que Rosas levanta contra nosotros en San Lorenzo”.

Pronto se vió que tales temores no eran infundados. Los barcos que surcan el río comienzan a ser objeto de continuas agresiones. El 9 de enero el convoy es hostilizado en Acevedo. El 16 en San Lorenzo y el Quebracho, con grandes averías y 50 hombres fuera de combate. El 10 de febrero, el “Alecto” y el “Firebrand” son atacados en el Tonelero. El 2 de abril el “Philomel” es perseguido en el Quebracho. El 6, en el mismo lugar, el “Alecto” quedó bastante descalabrado.

El 19 Mansilla se toma un pequeño desquite recapturando con la bandera inglesa el pailebot “Federal”, uno de los barcos que sostenían la cadena en la Vuelta de Obligado y que había sido tomado, armado y rebautizado por los ingleses con el nombre de ese combate. El 21, Thorne acribilla a balazos al “Lizzard”, causándole 4 muertos y otros tantos heridos. El 11 de mayo la escena se repite con el “Harpy”, quedando herido su comandante.

Y como coronamiento, el 4 de junio, cuando el convoy regresa a Montevideo cargado de mercaderías de Paraguay y Corrientes, sufre un verdadero desastre en el Quebracho, viéndose obligado a incendiar varios barcos y a emprender una vergonzosa fuga. Desde entonces, el envío del convoy no se repitió y los buques aliados dejaron de surcar las aguas del Paraná.

Los aliados se desmoralización. Comprendieron que se trataba de una guerra y no de un paseo. Lo dejan entrever en su correspondencia. En vista de ello, los interventores solicitan refuerzos. Piden 10.000 soldados franceses, igual cantidad de ingleses y el envío de una nueva escuadra. Pero los gobiernos de Inglaterra y Francia no contaban con semejante guerra.

Habían creído empresa fácil dominar a los argentinos, a los “gauchos cobardes” que decía Thiers en el parlamento francés. La realidad les demostraba otra cosa. La Argentina no era Argelia o Túnez, ni Rosas un reyezuelo africano. Hubo que abrir con él negociaciones de paz. El duelo a cañonazos iniciado en Obligado terminó pocos años después con las salvas con que Inglaterra y Francia desagraviaron al pabellón nacional.

Nota: Al conocer el desenlace del Combate de Obligado, el general San Martín, que se encontraba exiliado en Francia, le escribió el 10 de mayo de 1846, a su amigo Tomás Guido: “Los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”.

A) El 20 de noviembre de 2010 se inauguró el “Monumento a los Caídos en la Batalla de la Vuelta de Obligado”, también llamado “Monumento de la Soberanía”. Es un semicírculo de 10 metros de diámetro y conformado por cadenas. A la derecha hay una figura de Juan Manuel de Rosas. B) Vista panorámica
Nota: Después del combate de Caseros y la consecuente caída de Juan Manuel de Rosas, la Vuelta de Obligado cayó en el olvido. Hasta que en la década de 1930 y hasta 1970 los revisionistas de la historia se ocuparon de reivindicarla. Recién obtuvo un reconocimiento merecido en 1974, cuando el presidente Juan Domingo Perón (durante su tercera presidencia) lo declara al 20 de noviembre “Día de la Soberanía”.


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Indice:

0) Bloqueo anglo-francés al Río de la Plata.
Entre el 2 de agosto de 1845 y el 31 de agosto de 1850.
1) El robo de la escuadra.
Puerto de Montevideo. 3 de agosto de 1845.
2) Los Vapores de Guerra.
Una innovación en la navegación marítima. Los buques ya que no dependían tanto de los vientos y corrientes.
3.a) Guerra del Paraná. (1845-1850)
La flota anglo-francesa salió de Montevideo hacia Corrientes, el 20 de octubre de 1845 y regresó en agosto de 1846.
3.b) Batalla de la Vuelta de Obligado.
A 19kms (4 leguas) al norte de "San Pedro". 20 de nov de 1845
3.c) Batalla Paso del Tonelero.
3,5 leguas (16kms) al sur de "San Nicolas de los Arroyos", el 22 de noviembre de 1845 y 9 de Enero de 1846.
3.d) Segundo Combate de San Lorenzo. 16 de enero de 1846.
"Campo de la Gloria", en el mismo lugar donde el general "Jose de San Martín" con sus granaderos enfrentó a las tropas realistas el 3 de febrero de 1813.
3.e) El convoy mercante arriba a Corrientes.
El 2 de junio de 1846, la flota Anglo-francesa inicia el regreso a Montevideo desde el puerto de Goya.
3.f) Batalla de Punta Quebracho.
Una legua y media al Norte de San Lorenzo, el 4 de junio de 1846.
4) Día de la Soberanía Nacional.
El 20 de noviembre ha sido consagrado por la ley nacional nº 20.770, como el “Día de la Soberanía Nacional” basándose en los acontecimientos ocurridos ese día del año 1845 en la Vuelta de Obligado.